
Muy a menudo me preguntan “¿Qué es un chamán?” La palabra y el personaje están rodeados de mitos, leyendas, y estereotipos antiguos y trillados. La gente escucha la palabra chamán y piensan normalmente en un hombre. Piensan en la jungla, en tambores, en máscaras y plumas. Lo asocian con drogas, popular en este momento el ayahuasca. Ven a un personaje viejo, muchas veces de barba, a alguien que vive en un estado alterado de consciencia y que no se baña o cuida su aseo personal. Este es el arquetipo colectivo del chamán.
Y, creo yo, es un arquetipo anticuado. Las plumas, los tambores y la choza en la jungla, todos son disfraces de un personaje del cual quedan muy pocos en el mundo actual. El chamán moderno no usa las vestimentas de sus antepasados, ni tampoco necesita consumir drogas para comunicarse con el mundo invisible. El chamán moderno habita entre nosotros, sale los fines de semana a ver a sus amistades, y de vez en cuando va al cine. El chamán moderno disfruta la música y cuando quiere, sale a bailar. El chamán moderno viaja a universos paralelos simplemente cerrando los ojos e invocando el poder de sus espíritus aliados. El chamán moderno pertenece a equipos deportivos, actúa en obras de teatro y juega video juegos. El chamán moderno habita dentro de cada uno de nosotros, y, si quisiéramos, podemos tener acceso a él fácilmente.
La pregunta que entonces surge, y tal vez una que es más importante que la primera, es “¿qué hace un chamán?”
El consciente colectivo de nuestra cultura se ha encargado de crear ciertas reglas y expectativas dentro de las cuales es fácil vivir. Quiero decir con esto que conscientemente tenemos ciertas “leyes” universales que sabemos y esperamos se cumplan. Son las leyes “científicas” por las cuales operamos dentro de nuestro universo. Son las leyes que “sabemos” no se pueden romper—y si alguien llegara a romperlas, sería un milagro.
Podríamos pensar, por ejemplo, en caminar sobre el agua. Consciente y colectivamente sabemos que esto no se puede hacer. Nadie puede caminar sobre el agua. El único que lo ha logrado es Jesucristo, personaje milagroso, hijo de Dios, y deidad.
Entonces, ¿tendría alguien “común” la posibilidad de caminar sobre el agua? El consciente colectivo diría que no. Es imposible.
Hablemos de algo más concreto. El consciente colectivo tiene entendido que el Parkinson no se cura. El SIDA no se cura. El Alzheimer no se cura. Son enfermedades que nos rodean y que “sabemos” son incurables.
Tendría que aparecer una deidad, un hijo de dios, o algún personaje con acceso a lo mágico para poder hacer lo milagroso. Ahí aparece el chamán.
El chamán ha recibido un llamado. Tradicionalmente ha atravesado umbrales de muerte: enfermedades, accidentes, y experiencias que lo han acercado al otro mundo. El chamán conoce el camino a otro lugar, a un lugar adonde las reglas del colectivo no aplican. Del otro lado, el Parkinson, se puede curar. En el otro lugar, el SIDA puede tener solución. En el mundo mágico el Alzheimer no tiene que ser terminal. El chamán ha estado ahí y sabe como sostener la energía de ese lugar, de esas posibilidades, en este mundo.
Cuando un cliente visita la oficina de un chamán, busca entrar en ese espacio. El paciente terminal busca la posibilidad de un diagnóstico diferente, de otra oportunidad. La mujer quien no puede tener hijos busca aunque sea uno. El depresivo, la ansiosa, y el enfermo todos buscan un lugar donde esas etiquetas no sean reales, donde se puedan borrar, donde existan otras, infinitas posibilidades.
El chamán se encarga de sostener ese espacio. Dentro de su cueva, su choza, o su oficina, todo puede suceder porque todo existe. Existen las curas, los milagros, los espíritus, los mitos y las leyendas.
Entonces, cuando preguntamos “¿qué hace un chamán?” contestamos que el chamán sostiene posibilidades infinitas. El chamán se entrena para ver lo imposible, para creer en lo increíble, y para saber lo desconocido. El chamán permite que sus clientes entren en un espacio adonde no preside el colectivo y adonde cada persona, cada cliente y cada ser escoge qué quiere.
¿Y el chamán moderno existe dentro de todos nosotros? Tendríamos que retarnos y cuestionar nuestra realidad. Tendríamos que acercarnos a ese límite adonde las cosas pueden ser diferentes. Y podemos empezar ese viaje con algunos retos. Por ejemplo: ¿En qué realidad habitamos? ¿Cuáles creencias sostengo que me limitan y que limitan a los que me rodean? ¿Existe la posibilidad en mi de ver el mundo con ojos diferentes? ¿Con ojos que no limitan, que no juzgan, que no cierran puertas?
En el mundo en el que vivimos todos tenemos acceso a la sabiduría ancestral que nos guía hacia esos umbrales mágicos. Cada pregunta, cada cuestionamiento nos ayuda a dar un paso más. La única pregunta que nos queda preguntar es: ¿Si esta vida fuera nuestra, completamente nuestra, si la pudiéramos vivir libremente, cómo la crearíamos? ¿Qué escogeríamos?