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La complacencia y el salvador: dos caras de la misma moneda

Mirar la complacencia es mirar el aprendizaje que de niños tenemos las personas, a través de las experiencias, mandatos, juicios y seguramente afirmaciones que se transformarán en compañeros de vida. Mochilas para algunos, brújulas para otros e inclusive lentes a través de los cuales se ve la vida.

Fueron unos hermosos lentes que me permiten ser visto como una persona noble, buena y bondadosa. Sin saber el dolor que me causaba renunciar a mi propia dignidad, a mi propio placer y deseo.

Este es un mundo donde la sociedad, la familia, la educación y hasta la religión miran y alaban la complacencia como un comportamiento ejemplar, es necesario en muchos casos para la buena convivencia entre personas y en otros, como un requisito para ser amado y validado por los demás, se llega a pensar que ser complaciente es ser bueno y ¿A quién no le gustaría ser llamado bueno y ser amado?

La complacencia es vista por muchos padres como una cualidad digna de inculcar y usan frases como:

“Sé bueno con él otro, comparte todo con el otro, cuida del otro etc…”

Más adelante ese “otro” se encarnará vivamente en un familiar, un colaborador, una pareja, un amigo, alguien del cual busquemos obtener su aprobación, amor, agrado y bienestar. Para que esto sea posible, se coloca un manto sublime, una excusa para unos y para otros una forma de ser, en donde la necesidad de sentido de la vida es satisfecha plenamente cuando se niegan las propias necesidades por el sacrificio hacia el otro. Salvador de otros, dador de placer hacia otros. La complacencia y el salvador: dos caras de la misma moneda

Cuenta la historia

En algún lugar donde lo posible se convierte en poesía y donde la magia abunda en los rincones de los corazones de las personas, existió la leyenda de  un capitán que tenía un barco grande, reluciente y bello.

Que había encontrado un destino hacia el cual deseaba dirigirse con todo su corazón, un lugar soñado y que en el camino se empezó a desviar de su ruta hacia los costados, por unos llamados que imaginaba escuchar de S.O.S

Atender esos llamados le permitió obtener insignias, su nombre empezó a escucharse en muchos lugares y cada vez que se encontraba listo para ir hacia su lugar soñado aparecía un nuevo pasajero, alguien que pedía que su barco cambie de rumbo.

Muchas veces el capitán se enojaba por tantos cambios en su destino y guardaba silencio pues en la Academia Naval le enseñaron a ser noble, a no hablar de su destino soñado porque siempre estaba primero “el otro” su pasajero de turno.

Pasarán los días, los meses, los años y el capitán envejecerá, sus canas mostrarán el largo camino recorrido

Hasta ahora, su uniforme se verá resplandeciente debido a la cantidad de medallas obtenidas, su barco llevará pasajeros, temporales algunos y otros ya instalados…

Algunas veces los pasajeros le pedían ser llevados con urgencia a los lugares o destinos necesarios y en otros momentos el capitán, quizás por la edad, quizás por no discutir, quizás por mantenerlos contentos o vaya a saber por qué, creaba destinos para ellos.

Un día el capitán salió corriendo a buscar un mapa, para otro de los viajes de sus pasajeros y al abrir el cajón donde los guardaba, encontró un mapa viejo, con anotaciones, dibujos, con su propia letra y al abrirlo se dio cuenta de que olvidó su destino soñado.

Fueron sus lágrimas las que al correr por su rostro permitieron que apareciera la tristeza, que su respiración se cortara y su cuerpo cayera rendido.

No recuerda cuánto tiempo pasó conectado con su tristeza, sólo recuerda que mientras se hallaba postrado en el suelo de la habitación donde estaban los mapas, pudo ver que en el suyo había un sobre pequeño pegado al reverso.

Se acercó, lo tomó y notó que había una nota en la parte superior del sobre: “Ábrelo por si acaso OLVIDAS TU DESTINO”. Se incorporó como pudo, busco rápidamente un asiento y abrió el sobre. En su interior se encontraba una pequeña hoja de color azul, del tamaño de una tarjeta de presentación. Tomo la tarjeta y al verla reconoció su propia letra:

“No hay ningún amor por el otro
que no empiece en el amor que uno se tiene a si mismo”                                                                                       

Jorge Bucay

Mi historia: Sanar para aprender y servir con pasión

Llegué a Asersentido, como muchos buscadores que inician un viaje, sin saber a ciencia cierta qué estamos buscando o por dónde iniciar.

Le hice caso al llamado de mi corazón. Luego de algunos años de estar haciendo coaching había aprendido lo importante de no solo escuchar la voz, sino de hacerle caso a él también.

Me inscribí al programa de profundización deseoso de poder “especializarme”, de encontrar la magia y pureza del coaching a través de “conocer” algunas distinciones. Lo que nunca me imaginé era que este camino tenía reservado para mí las más bellas sorpresas.

Conocí y lo puedo afirmar. La excelencia en la técnica, el amor al dar feedback, la sorpresa del vacío, el contacto con la experiencia profunda de otro, la sintonía de muchas historias que al igual que la mía tenían aún partes por descubrir.

Fueron jornadas increíbles, mágicas y a la vez conmovedoras que me abrieron el alma a la posibilidad infinita de aprender y de saber que puedo.

Me dispuse a colocarme en el frente de mi propio viaje, tomando a dos manos cada guía y poniendo el corazón en cada reflexión. Llegó el Coachee que debía llegarme, un espejo de mi propia existencia y a la que acompañé en su sanar, aprender e intentar.

Mi trabajo de profundización me llevó a lugares impensados y a los cuales era necesario que llegara.

Entendí, sané y restauré con el propósito infinito de servir a otros con la pasión, el fuego y amor que en Asersentido hicieron conmigo.

Que la sorpresa toque tu alma….

Carlos Melo, exalumno programa de Postítulo en Competencias avanzadas de Coaching Ontológico Profesional, PCCO2 Asersentido. Coach Ontológico certificado en Newfield Network.

La complacencia y el salvador: dos caras de la misma moneda.

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