El coaching transpersonal en el aprendizaje integral

Yo estaba a punto de iniciar el Programa de Especialización en Coaching Transpersonal (ECT) cuando recibí una llamada. “Antonia tiene cáncer”, me dijo su madre. En un cerrar y abrir de ojos tomé un avión, fuimos al doctor y ya sabíamos cuál era el tratamiento. Todos mis compañeros me decían “supongo que no vas a hacer el programa”. Sin embargo, algo me decía que necesitaba estar, a pesar de saber que era un esfuerzo adicional a todo lo que pasaba con mi hija. Así que dije: “Aún no sé por qué, pero lo hago de todas maneras”.

Llevar a Antonia a sus tratamientos, acompañarla a sus controles, hacer filas para pagar consultas y exámenes era lo más fácil para mí. Si lo llevamos al mundo del coaching, todas las acciones de primer orden que tenían que ver con estar para ella, eran sencillas. El quiebre vino cuando personas del mundo teatral y el coaching quisieron estar para mí.

Fiestas y obras de teatro a beneficio, transferencias a mi cuenta, autos disponibles para cuando lo necesitara, doctores amigos dispuestos para ver a mi hija. Nunca me había sentido tan incómodo de recibir tanto amor, de que otros estuvieran para mí. Me sentía invadido y sin control de algo que, según yo, no merecía recibir.

Disponible para dar, no para recibir

En conversaciones con mi coach mentora del programa ECT ella me mostró esa forma de ser que no me permitía recibir, ese controlador arrogante que creía que solo él se podía sostener. También me mostró lo que en el coaching conocemos como aprendizaje de segundo orden, aquella “forma de ser” que necesitaba integrar para aprender a recibir. Y así lo hice: comencé mi proceso de aprendizaje transformacional.

Sin embargo, algo no terminaba de completarse. Aún necesitaba controlar todas las posibilidades para que Antonia estuviera bien. Tenía terror de que algo le pasara y, peor aún, creía que su recuperación dependía de mí. Hasta que en uno de los talleres de aprendizaje pude entender para qué había llegado a ese programa.

El Coaching Transpersonal y el jardín

En la Especialización en Coaching Transpersonal (ECT) pude re-cordar que existe algo más grande que todos nosotros, un lugar donde no tengo nada que controlar, donde puedo ver que hay cosas que dependen de mí y otras que no. Pude descansar.

En un ejercicio que el coaching transpersonal llamamos “el jardín” mi cuerpo se fue al suelo y solté un llanto que tenía contenido de hace meses, quizá años, y donde toda la sala estuvo disponible para sostenerme. Pude descansar.

Con el tiempo, tomé consciencia de que en ese momento viví una transformación desde el Coaching Transpersonal, algo que sucede cuando una experiencia energética nos abre el registro de posibilidades para poder acceder al aprendizaje humano de una nueva forma de ser que, por más que tratáramos, no estaba siendo posible de lograr hasta antes de ese momento. Y más, habilitando la posibilidad de actuar distinto, y así obtener los resultados efectivos y diferentes que estábamos buscando.

Esto es lo que la Especialización en Coaching Transpersonal (ECT) aporta a los coaches que quieren lograr una maestría en su Ser Coach: una transformación transpersonal y el dominio de una metodología que les permite acompañar a sus coachees a experimentar las que ellos necesiten mediante intervenciones energéticas que apalancan el trabajo ontológico para abrirnos a integrar esa nueva forma de ser que no estaba siendo posible habitar.

Se trata de tener la habilidad de identificar plenamente cuándo utilizar este tipo de herramientas y cómo aterrizar estas experiencias al cuerpo, la emoción, el lenguaje y la acción concreta y cotidiana para transformaciones sostenibles en el tiempo.

Con Antonia sanita, aún me siguen ocurriendo quiebres. Hoy me permito recordar que algo más grande me sostiene. Me permito ser vulnerable y eso hace que pueda pedir, recibir, y descansar.